domingo, 4 de septiembre de 2011

Rara desaparición de libros en la Biblioteca Nacional / Diario La Primera, 03 de setiembre de 2011

Raúl Wiener
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Según insistente denuncia del director de la Biblioteca, Ramón Mujica Pinilla, una mafia integrada por trabajadores de alta especialidad de esa institución estaría operando de manera sistemática para robar libros de gran valor histórico, cultural y económico, a los que habría detectado prácticamente desde el momento de asumir el cargo, cuando se encontró en la azotea del viejo local de la avenida Abancay un mueble abandonado conteniendo la colección de cartas dirigidas al mariscal Andrés Avelino Cáceres.
Este descubrimiento llevó a Mujica a decir entonces que “por lo menos ese lote no llegó a salir de la Biblioteca Nacional, o sea, que estrictamente hablando no podemos hablar de un robo, pero sí que estaba en vías de ser robado”.

Sin embargo, en declaraciones posteriores, incluyendo una reciente, en una conocida estación de radio, Mujica ha subrayado que entre las pérdidas destacan miles de cartas y documentos de la colección Cáceres, con lo que da por robadas las cartas que antes dijo haber impedido que sean hurtadas.

COLECCIÓN PORRAS

También ha denunciado pérdidas, en los últimos diez años, de cientos de elementos de la colección Porras Barrenechea y ha involucrado en el hecho a anteriores directores. Pero ha obviado mencionar la existencia de un inventario del año 2000 que indica deficiencias en los documentos de ingreso de esta colección y en el proceso de su clasificación, que consignaban que no había congruencia entre los registros originales y los que existían en los activos de la Biblioteca.

No obstante ello, Mujica ha asumido como irrebatible su hipótesis de que en la Biblioteca funciona un grupo delictivo que ha estado saqueando los archivos más valiosos, entre ellos la colección Porras y otras por el estilo. Una “prueba” que Mujica presentó en julio de este año, es un video en el que aparece un vigilante tratando de sacar un libro de una sala especializada, pero sin anotar que ese trabajador fue contratado por su administración y que su presencia en el área donde fue descubierto era claramente irregular, y que el acceso a la misma le fue facilitado por el personal de seguridad colocado por el propio Mujica.

El vigilante supuestamente ladrón podría ser un eslabón de una cadena mucho más compleja que llegue hasta los comercializadores de estos bienes culturales que obviamente no se ofertan en mercados públicos. Pero de eso no hay una sola referencia: ¿a quién iba a entregar el libro el guachimán ratero?

CONTRA LOS TRABAJADORES

El punto es que Mujica ha creado una corriente de opinión contra los trabajadores de carrera de la Biblioteca Nacional con pruebas insuficientes o insostenibles y obviando los siguientes hechos: (a) la colección Cáceres no fue finalmente robada y debe estar en la misma Biblioteca; (b) los materiales de otras colecciones no han terminado de inventariarse y no puede deslindarse todavía con exactitud lo que se podría haber perdido; (c) el ladrón cogido no tiene vínculos con los bibliotecarios con los que Mujica se encuentra enfrentado. A pesar de todo eso, el director usa la expresión “saqueo”, para describir lo que está pasando, lo que sugiere que alguien se estuviera llevando los libros en camionadas de la Biblioteca.

Hay un hecho adicional y es que mientras el director Mujica hace acusaciones muy fuertes contra los dirigentes del sindicato y funcionarios antiguos de la Biblioteca, preparando su despido y eventualmente su condena judicial, los denunciados se encuentran impedidos de ejercer su defensa por el artículo 138 del reglamento de la Ley de Carrera Administrativa, que les prohíbe declarar sin autorización del jefe institucional, o sea su acusador Mujica.

En la Biblioteca muchos creen que, con su ofensiva, el señor Mujica busca convertirse en el todopoderoso reorganizador de la Biblioteca Nacional, cambiar los funcionarios de carrera y asumir el control de los bienes culturales, con el riesgo implícito de que, en medio de la confusión de qué se perdió y qué queda, puedan realmente desaparecer cosas. En opinión de algunos trabajadores, los mejores contactos con los coleccionistas interesados en los valiosos libros que guarda la Biblioteca no los tienen ellos, sino el director, por los círculos en que se desenvuelve.

El gobierno y la ministra Susana Baca deberían escuchar por cierto todas las versiones que hay sobre este caso.


1 comentario:

Anónimo dijo...

ESE HOMBRE TIENE CARA DE DELINCUENTE